jueves, 11 de agosto de 2016

El resto de mis días

Son casi las 2:00 a.m.

He leído un par de veces más el poema que me has enviado, y no he podio evitar suspirar, soñar despierta, estaba a punto de dormir, cuando me encontré sumergida en las imágenes de nuestro caminar a lo largo de este tiempo.

¿Recuerdas el poema que te recite aquella noche juntos? Aquel que decía:
 Te vislumbre tantas veces en el horizonte, te puse tantos nombres, tantos rostros y no eras tú... Recordaba estas líneas mientras leía tu mensaje en mi teléfono, con esas palabras tan lindas, dedicadas a mi.

¿En qué momento nos perdimos? ¿En qué momento sucedió todo esto?

Tampoco yo lo sé... Solíamos ser tan locos como para reír sin parar por la calle, en una batalla encarnizada por un Sandwich de nutela... Era hermoso perderme en tu mirada, cuando yo luchaba por no amarte, por no darte un si, por huir de lo que comencé a sentir cuando más rota me encontraba...

¿Sabes? Tus brazos siempre fueron el mejor refugio que pude encontrar, fue en ellos donde me di cuenta que no podía volver a mi soledad, fue en ese abrazo, cuando no pude encontrar tus labios, que sería una tonta si te dejaba ir, ese momento se congeló en mi memoria, aún me recuerdo temblando
de miedo al pensar que ya habías renunciado a la idea de estar juntos, y aunque no te besé, tus profundos ojos cafés me respondieron en silencio que aún estabas ahí para mí.

Llegaste en medio de mis tormentas, llegaste a ser la calma en medio de mi tempestad, a dar equilibrio a mi vida que se tambaleaba en el desanimo y y la desesperanza, llegaste a pintar el paisaje que siempre soñé, y jamás te imagine así, jamás pensé que sería tan perfecto...

 Y es que ha sido tan perfecto, que me asusta, que no sé qué hacer con todo lo que me das, porque jamás había recibido tanto, y lo volví complicado, lo hice difícil y lo desgaste.

Y hoy, henos aquí, intentando construir un nuevo futuro sobre las ruinas de malas decisiones, sobre aquello que no pudimos superar, luchando por sanar nuestras heridas, para volver a mirarnos como la primera vez.

Aún creo que lo más osado que pudiste haberme dicho fue: Dame una oportunidad... Creo que jamás imaginaste que sería así, tan compleja, tan llena de defectos, tan yo.

No sabemos qué es lo que viene más adelante, pero quiero que seas tú quien sostenga mi mano cuando las fuerzas se me agoten, cuando ya no pueda caminar, quiero volver a mirarme en tus ojos para saber que todo estará bien, porque eres y serás tú quien acompañe el resto de mis días.





martes, 19 de julio de 2016

Brevedad

Seré breve (imposible)

De ser honesta, no te había mencionado en este lugar... Lo dediqué a escribir sinsabores de amarga soledad, lo dediqué a mencionar quejas en contra de la indiferencia y la amargura, por mencionar algo, pero no de ti.

Conté entre imágenes que se reproducían al son de una canción, una breve historia de lo que fue nuestro encuentro, desde nuestra amistad, pasando por comidas, viajes, momentos, hasta el día del sí, y de ahí otros instantes vividos en compañía uno del otro.

Pero jamás dediqué unos cuantos renglones para mencionarte en este mi espacio intimo, a donde corro cuando las palabras se desbordan en mi mente callada que murmura a mi subconsciente lo que ha de escribir, de cierto puedo describir más extraño que me escucho a mi misma dictando cada verso y cada prosa, que puedan sonar de manera elocuente, y en esta ocasión la propia voz del interior se desborda de imaginación para poder reproducir en letras la experiencia de tenerte en mi vida, la sensación de tenerte aquí y ahora...

Así es, le conocí cuando no le esperaba, le había soñado, y había vislumbrado su silueta en el horizonte esperando poderle conocer, le llamé por otros nombres y creí que al fin le había encontrado, y al intentar retenerle se desvanecía como si jamás lo hubiera tenido, como el sueño que termina al despertar, dejando esa sensación de realidad...

Fue así como comencé a describirte, como el hombre de la silueta sin rostro, al que tanto soñé, al que tanto nombré.

Lluvia...

No para de llover, y el clima no ayuda en nada a mejorar el estado de ánimo...

Camino por la calle, el clima es frío, y ya la lluvia ha mojado mi calzado y parte de mi vestimenta, la tormenta crece, el paraguas no es suficiente para refugiarme del torrencial aguacero.
Finalmente logro subir al autobús que me llevará hacia mi destino, y por la ventanilla puedo observar el paisaje que el recorrido me ofrece, urbanidad, carros y entre todo esto, se logran asomar algunos árboles que le dan un toque rústico al paisaje... Me sumerjo de nuevo en mi mundo, sí, en ese que sólo existe en mi cabeza, en donde nadie tiene acceso y comienzo a pensar en mil cosas a la vez:
La familia, mis amigos, el trabajo, el entorno que me rodea, en mi vida...

Se viven los desamores, y son los que mayor desilusión causan en esta vida, parece como si nos hiciéramos adictos a esta sensación de vacío y de sufrimiento, como si ya no hubiera otra oportunidad de ser felices, sí, como si nuestra felicidad dependiera de alguien, como si no quisiéramos enfrentar a la soledad.

Fue el primer pensamiento que abordó a mi mente, sacudí mi cabeza y me di cuenta que todos los malos ratos habían terminado, que al fin las tormentas acababan de pasar.

La gente seguía abordando el autobús, yo seguía sumergida en mi, no solamente pensando en los desamores, estaba pensando en todo y  en nada a la vez, escuchando mi propia voz dentro de mi cabeza, preguntando ¿Qué es lo que quieres? Pero una vez más no hay respuestas, o quizá mi ropa húmeda no me deja pensar, ya que mi piel comienza a erizarse por el frío...

Un abrazo, en ese instante fue lo que pude conciliar, sí un abrazo, quizá eso es lo que deseo en este momento, un cálido abrazo que me quite el frío y que no me permita escuchar esa voz en mi cabeza que me cuestiona todo lo que hago.

viernes, 15 de julio de 2016

Desdenes.

No quiero...

Eso fue lo último que escucho antes de irse a dormir, se dio la media vuelta apago la luz y también su corazón... Escucho como algo dentro de ella se rompía en pedazos, sí, la indiferencia la estaba destruyendo, el cansancio de una vida rutinaria y de tantas batallas perdidas la estaban haciendo añicos, el esfuerzo por la perfección para poder encontrar el escurridizo camino hacia la felicidad.

Recibía caricias al alma, pero de quién no las necesitaba, palabras lisonjeras capaces de elevar él autoestima de aquella alma que se sentía vil y menospreciada (olvidada diría yo), pero ¿Qué valor tienen sino son  provenientes de los labios de aquel al que desea con pasión?

Aquella noche durmió el la habitación contigua, su alma tuvo frío, su corazón se heló de indiferencia y supo que a pesar de que él le vuelva a sonreír, ella jamás lo volverá a mirar como la primera vez, como cuando se enamoró de él.