jueves, 11 de octubre de 2018

Todo tiene su tiempo...

Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora...
Eclesiastés 3:1


La espera, es algo que impacienta al ser humano en todo momento, la paciencia es una virtud que solo unos cuantos poseen, pero que para poder lograrlo, también tuvieron que esperar.

En lo particular, siempre he sido una persona bastante impaciente, desesperada, diría yo, y eso es algo que me ha llevado a tomar decisiones que me han traído consecuencias bastante duras, consecuencias que han retrasado mis anhelos, proyectos y sueños, incluso el amor.

La generación en la que hoy vivimos parece tener prisa, he notado que todo lo quieren rápido y fácil, tanto que los que somos de generaciones mas antañas, parecemos obsoletos y anticuados en todos los sentidos, y tristemente tal pareciera que las características de este futuro inmediato nos está arrastrando con el, ante la necesidad de adaptarnos a un mundo que no se detiene ante nada, ante nadie...

Aceptar que todo tiene un tiempo determinado, tanto para comenzar o para terminar, me ha llevado a conflictos internos que han terminado en las peores batallas de mi vida. ¿Porqué? Por que siempre hay una batalla en mi corazón, por lo que quiero y por lo que es correcto, por lo que quiero y lo que Dios quiere, porque lo quiero ya y porque Dios me dice espera... Siendo honesta con ustedes, jamás supe esperar, Dios en su amor, siempre me ha mostrado la dirección correcta, a través de personas, y de aquello que su Espíritu me ha mostrado, pero ante ello, decidí tomar mis decisiones, porque a mi parecer, lo que Dios me había prometido, parecía siempre bastante lejano... Y fue así como me aventuré a seguir mi instinto, ese que no me llevaría a ningún lugar, y que me causo las peores heridas y los mas duros fracasos, la desesperación me impidió ver claro, la prisa me llevó más lejos de la meta y retrasó todas las bendiciones y oportunidades que estaban esperando por mi.

El tiempo siempre está dispuesto a ser un aliado, pero es un enemigo para todo aquel que tiene prisa, prisa por vivir, por crecer, por tener, por competir, por ser mejor, sin darse cuenta, que la paciencia y la espera siempre te darán las mejores experiencias y recompensas que jamás hayas imaginado, pero seguimos en la lucha por querer apresurar todo.

2017 ha sido uno de los años mas dolorosos y confrontadores de mi vida, un año sin duda terriblemente duro, pero a la vez el mas asombroso e indescriptible, los procesos que he enfrentado me sacudieron de una manera que jamás imaginé, y me di cuenta que por vivir de prisa, perdí de vista la meta y el propósito, que el amor y la paciencia son dos cosas que deben ir de la mano sin jamás ser separadas, me di cuenta que al dueño de mi vida no le había dedicado el tiempo que merecía, ese tiempo que me hubiera llevado a tomar buenas decisiones y a ser más sabia. Me di cuenta de que no había valorado tampoco el tiempo de las personas que me rodeaban y me amaban, porque estaba  acostumbrada a vivir de prisa y a mi modo...

Este año que pasó, me enseñó a perdonarme, a entregar el dolor que por muchos años había estado arraigado en mi corazón, por odio, por falta de perdón, y me di cuenta por fin, de lo mucho que vale la pena esperar, ser paciente.