lunes, 19 de noviembre de 2018

Detrás del miedo...

Frío... Lo odio, y no solo por la ausencia de calor, sino porque me recuerda lo doloroso que pueden llegar a ser los vacíos que ha dejado la soledad.

¿Cuánto se puede llegar a perder por el miedo? Mucho, quizá las mejores oportunidades que la vida pueda presentar se han perdido por el temor al fracaso.

¿Perdí? Quizá, pero, ¿Cuánto se puede perder a distancia? No lo sé, probablemente nunca lo sepa, seguramente prefiero por encima de muchas cosas mi paz y mi zona de confort... Sí lo sé, suena mediocre.

Pero hay un corazón demasiado roto como para arriesgarme una vez más, lo intenté, estuve incondicional a pesar de todo, a pesar de las heridas y los fracasos, a pesar de la traición.

Pero la paciencia también se agota, aún cuando el amor pueda ser incondicional.

El miedo a salir lastimada (esto debí haberlo sentido mucho tiempo atrás) me ha dejado sin ganas de volver amar... Quizá la soledad y yo nacimos para hacernos compañía una a la otra, hasta que su silencio me consuma... Quizá el pequeño destello de luz que se asomaba entre la cornisa de esperanza en mi vida, haya sido solo una ilusión de un anhelo que con el paso del tiempo se ha ido desvaneciendo.

Quizá detrás del miedo pude haber encontrado tu ceño fruncido, tu mechón de canas, y tus sonoras carcajadas, tus ojos somnolientos, tus historias fascinantes y tu voz, esa con la que muchas veces me arrullé por la noches, y la primera en escuchar por la mañana.

En fin... De las ilusiones no se vive, esta vez (demasiado tarde) pero decidí no arriesgar más.


Y henos aquí nuevamente... Sin nada, sin nadie.


sábado, 17 de noviembre de 2018

Tú...

Desvelados...

Ya es algo que se ha vuelto normal en nuestra rutina ¿No es así?

La distancia ha sido nuestra cómplice y también muchas veces nuestra enemiga.

Los miles de kilómetros que nos separan se acortan a través de la línea telefónica, que la mayoría de las veces no ha sido suficiente para satisfacer el deseo ardiente de consumir tu cuerpo, fundiéndolo con el mío en el eterno abrazo de dos almas que nacieron para estar juntas, en circunstancias que nos llevaron a estar lejos el uno del otro, pero que a pesar de ello se pertenecen.

Y así se fueron pasando las noches, y con ellas el amor se fue despertando, hasta darme cuenta que ya no podía verme sin ti... Llegaste a ser un bálsamo para las heridas que dejaron las derrotas de las guerras del pasado.


Te encontré cuando estaba echa trizas, derrumbada y sin ganas de vivir, y comenzaste a armar mi corazón pieza a pieza, me enseñaste que las derrotas son temporales y que las victorias que nos están esperando serán eternas.

Y fue así como me enamoré, no me pude resistir... Es loca la idea de amarte aunque no te conozca físicamente, pero ¿No es así el amor? Impulsivo, apasionado, de valientes y violentos, de locos, de imprudentes, de salvajes que se aventuran a lo desconocido sin medir los riesgos, y a caso ¿Tu no lo vales?

Lo perdí todo, y encontrarte fue encontrarme a mí, y te amé, como jamás pensé amar a nadie más...

Me enamoré de tus carcajadas nocturnas, de tus interminables historias que me llevan a conocer a un extraordinario ser humano lleno de vida y de experiencias, al cual la vida le jugó duro tantas veces pero cada una de ellas se levantó para luchar de nuevo.

Amo cada rincón de tu rostro, cada arruga y tu mechón de canas que solo denotan la experiencia que el paso del tiempo ha dejado, las vivencias acumuladas en tus ojos y el brillo de tu sonrisa que desvanece cada duda que surge en mi mente.

Y solo puedo decir ¡gracias!  Por llegar así, por quedarte, por amarme, por rendirte a este amor, por despertar en mí, sueños que creí perdidos y olvidados, gracias por devolverme la sonrisa, por regresar los anhelos, por alimentar el futuro, por creer en los dos.